Aquí no se pierde a nadie
Foto cortesía Aprendes
Recuerdo que mi colega, el profesor López pidió a Hortensia y a sus padres regresar al colegio en la tarde para hablar sobre la actitud de la muchacha en su curso. Un día antes Hortensia me dijo que le daba un poco de temor asistir, porque la verdad, dice ella, es que descuidó las tareas y los trabajos grupales por las discusiones de sus padres por el desalojo de la casa y por andar también de paseo con su amiga Yesica.
Buenas tardes, pasen, tomen asiento, dijo el maestro, joven, de treinta años, quien ordenaba algunos libros en su escritorio y dejaba de hacer notas en un cuadernito con una lista de nombres.
Recuerdo que mi colega, el profesor López pidió a Hortensia y a sus padres regresar al colegio en la tarde para hablar sobre la actitud de la muchacha en su curso. Un día antes Hortensia me dijo que le daba un poco de temor asistir, porque la verdad, dice ella, es que descuidó las tareas y los trabajos grupales por las discusiones de sus padres por el desalojo de la casa y por andar también de paseo con su amiga Yesica.
Buenas tardes, pasen, tomen asiento, dijo el maestro, joven, de treinta años, quien ordenaba algunos libros en su escritorio y dejaba de hacer notas en un cuadernito con una lista de nombres.
-Los he citado porque quiero que estén presentes en esta conversación que tendré con Hortensia. Bueno, he estado revisando tus evaluaciones, no sólo las de mi curso...
-Profe –interrumpió Hortensia- he desatendido mis estudios porque a pesar del esfuerzo que Ud. realiza porque todos en el salón aprendamos, yo he estado distraída, saliendo con mis amigas, yendo después del colegio al trabajo de mi hermana a dejarle su almuerzo, cuidando a mi hermanita cuando mi mamá se queda más tiempo en el trabajo...
- Entiendo, pero por eso tenemos que conversar. Mira, ¿recuerdas cómo logramos que Mantilla no repitiera el año pasado? ¿Y Rodríguez? Sé que salir adelante es difícil, sobre todo por los problemas que me cuentas. Pero no es conveniente que sigas faltando tantos días a clase, que no concluyas las tareas, que no te reúnas con tu grupo de trabajo. López hablaba con tranquilidad y Hortensia asentía varias veces. Estaba corta de palabras. Los padres escuchaban.
-Hace quince años- añadió el docente- cuando tal vez tus padres recién culminaban la secundaria, no existían las oportunidades que tienes ahora. Si algún alumno estaba a punto de repetir nadie lo ayudaba, repetía nomás. Era su problema. Ahora sabes que los niños entran a las aulas de educación inicial desde los cuatro años de edad, no importa donde vivan, si en la sierra o en la frontera, que chicas jóvenes como tú puedan terminar la secundaria en la edad en que les corresponde, sin atrasos innecesarios. Hortensia sólo tienes que acudir a las clases de recuperación, que son gratuitas. O si quieres te unes al grupo de estudio que funciona en la casa de tu compañero Sánchez, todos los miércoles...
Después de escuchar la conversación, los padres de Hortensia destacaron la labor del docente, pero sobre todo porque la escuela no iba a dejar que su joven hija repitiera el año. Hortensia estaba nuevamente ilusionada.
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